II Timoteo 3:15
Tengo presente a mi primera maestra que con las enseñanzas de la Palabra nos mantenía cautivos y absortos pensando e imaginando las peripecias de los primeros cristianos, las aventuras del rey David, el arca de Noé, la ballena de Jonás, Moisés y otros tantos personas que se hicieron modelos en mi vida.
A medida que fui creciendo, tal como lo hizo seguramente Timoteo, las escrituras fueron tomando otro protagonismo, no ya desde del mismo lugar de niño sino de un adulto en crecimiento.
Pablo le recuerda a su amigo Timoteo, que las enseñanzas de su abuela Loida fueron muy importantes para la sabiduría, pero no cualquier sabiduría, sino la que lleva a la salvación mediante la fe en nuestro Señor.
Esto nos lleva a pensar si cuando enseñamos a nuestros niños lo hacemos para cubrir un espacio que siempre estuvo, o lo hacemos para que los niños puedan conocer la fe puesta en nuestro Señor Jesucristo.
Oremos y actuemos para que los niños puedan encontrarse con Jesús a través de las historias que se encuentran en su palabra.
¿Aprendió historias bíblicas durante su niñez? ¿Cuál influyó más en su vida? ¿Quién se las enseñó?
¿Cuáles puede recordar hasta hoy? ¿Las vuelve a leer o sólo se basa en su memoria?
¿Recordamos en qué libro bíblico está cada una?
¿A cuántos niños les contó esas historias?
Cuando un niño nos pide un cuento (antes de dormir o durante el día), ¿le contamos Caperucita roja, Cenicienta, o Jonás, Sansón, Noé, Pablo?
Lo animamos a compartir en los comentarios cuál fue la historia que más influyó o recordó en su vida. Dios lo bendiga.
Autor: Héctor Valdivia (Willy)
Iglesia Evangélica Metodista en Alta Gracia
Córdoba