29 abril 2010

Jóvenes en la iglesia: ¿turistas o militantes?

¿Por qué y para qué van a la iglesia? Los resultados de una encuesta latinoamericana invita a reflexionar sobre la fe, los vínculos comunitarios y la evangelización entre los jóvenes.
Una encuesta que se realizó hace cuatro años en diecisiete ciudades latinoamericanas, que incluyó a diez mil jóvenes de iglesias cristianas fue muy reveladora en muchos temas. Al consultárseles sobre las causas por las que los jóvenes van a la iglesia, más de un 60% respondió que “para aprender de Dios”; algo más del 20% que porque allí iban sus amigos. Un 9 % de los encuestados dijo ir a la iglesia porque le gusta y un 6% porque los obligan. A la pregunta “¿Te gusta ir a la iglesia?” estos jóvenes respondieron que Sí en un 14% y que No en un 58%; “me es indiferente” contestó un 24%.

Si bien las encuestas no son palabra santa, reflejan tendencias y en este caso el análisis resulta obvio. Los jóvenes y adolescentes que se congregan, están en la iglesia no porque les guste mucho, sino porque tienen hambre espiritual y en parte por la compañía de sus pares.

Esto se ve reflejado muchas veces en la asistencia a los campamentos. Se han vivido en las cuatro regiones de nuestra iglesia los campamentos regionales de verano y hemos leído y escuchado los testimonios de jóvenes y adolescentes que han sido bendecidos con ese espacio genial que es el campamento para vivenciar el Evangelio.

Y sabemos que el campamento, con sus tiempos de convivencia y servicio mutuo, momentos a solas, recreación, oración, alabanza y meditación de la Palabra, es un medio que Dios nos sigue brindando para estimular y alimentar espiritualmente a los adolescentes y jóvenes. Y fundamentalmente para confrontarlos con la persona y obra de Jesucristo, Hijo de Dios; y con el llamado que Él hace a cada uno.

En el caso de la etapa de la adolescencia, donde se transitan grandes cambios, se debe decidir en materia de fe -entre otras cosas- qué hacer con la formación religiosa heredada y tomar un posicionamiento personal ante Jesús y su reino. Y pensando en la juventud –para nosotros después de los 17 años- se deben no solo replantear y resignificar los cimientos que fueron puestos años antes sino fundamentalmente, asumir los riesgos y las responsabilidades de su proyecto de vida. Y en cuestión de fe es seguramente responder a los desafíos que se le presentan desde un discipulado de Jesús y una perspectiva cristiana en las dimensiones humanas: personal, familiar, laboral, social, etc.

Y en medio de esa gran travesía humana nos preguntamos por el tema que nos interesa en esta ocasión: ¿y la relación con la iglesia? Deberíamos aclarar que consideramos iglesia en primer lugar como el acontecimiento de fe que se expresa en la comunión de personas, unidas primordialmente en el Señorío y la salvación de Jesús el Cristo. Las aristas institucionales de esa unidad de vida comunitaria son necesarias y valiosas como en todo grupo humano que quiera permanecer, pero hoy más que nunca en los surcos de la cultura juvenil –y adulta también- se siembra y crece la semilla de la crítica a las instituciones en general y la huída de las mismas. Volveremos sobre esto y sus causas en futuras publicaciones.

Lo cierto es que según el relevamiento del censo nacional que realizamos como Equipo Nacional de Jóvenes en el año 2009, deducimos datos importantes: de la totalidad de los jóvenes mayores de 17 años que participan de las comunidades metodistas – en grupos de jóvenes y en otras áreas- sólo un 40% es formalmente miembro activo de las mismas. Teniendo en cuenta esto y las opiniones de la encuesta citada arriba, es notoria la urgente necesidad de estimular, alimentar y encauzar la pertenencia y la participación de nuestros jóvenes y adolescentes con su iglesia local y con la Iglesia Metodista como conjunto. Por supuesto que esto será un gran desafío a contramarcha de la militancia débil que fogonea la posmodernidad y de la movida individualista y anti- institucional actual, pero es cierto también la sed de comunión genuina que tienen los jóvenes insatisfechos con el consumismo masificante. Y este desafío requiere para la comunidad o el distrito que se lo proponga, la acción común de pastores, líderes laicos y toda la comunidad.

Nos preguntamos: ¿Por qué muchos adolescentes y jóvenes participan gustosos de campamentos o encuentros especiales pero luego en el año sólo algunos son parte de la vida y misión de las iglesias? En esta línea, afirma un autor: “ Esto me parece como una catedral de Inglaterra que cada semana, de lunes a sábado, es visitada por diez mil o quince mil turistas, pero a la que los domingos solo llegan de diez a veinte personas a escuchar el mensaje. Nuestras iglesias son visitadas, no cabe duda, la pregunta que propongo es: ¿son turistas o son feligreses?” .

Los jóvenes ¿son turistas o feligreses -yo diría militantes- en nuestras comunidades?, ¿qué les ofrecemos para que ellos deseen ser parte y militantes de la comunidad de fe y la misión?, ¿nos proponemos que quieran estar todo el año y luchen por sus espacios de participación y liderazgo eclesial, ofreciendo sus carismas y recibiendo los de otros..?

Les proponemos meditar seriamente estas cuestiones, que por cierto no son nuevas, y plantearnos que los objetivos y metas de las iglesias para este año expresen esta necesidad urgente. No obstante, confirmar en obediencia que por sobre todo es la intención del corazón de Dios para con los jóvenes: “En los últimos días dice Dios: derramaré mi Espíritu sobre todo hombre, y profetizarán sus hijos y sus hijas, sus jóvenes tendrán visiones… y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”. (Hechos 2: 17,21).



P. Pablo G. Oviedo

Aasesor pastoral del ENJ (Equipo Nacional de Jóvenes)

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